El niño está a punto de conocer un nuevo mundo lejos de la cercanía de sus padres. El hábitat y el cálido clima del hogar son sustituidos por un ambiente de bullicio, colores y otros niños de la misma edad: la guardería.
Esto no siempre es una inspiración para tu hijo, y en el momento menos esperado los síntomas del primer día en la guardería comienzan a hacer efecto.
Tu hijo es consciente que se encuentra en un lugar diferente, pero probablemente aún no tenga noción que tarde o temprano se quedará solo y apartado de los brazos de papá o mamá. Sin embargo, hay una primera impresión, una intuición que va acercándolo a su inevitable destino, por tanto, es momento de hacer explícito que no quiere quedarse ni un minuto más en la guardería.
El síntoma más claro es el llanto de un niño que aún no está preparado para separarse de sus padres, en el peor de los casos el niño puede llegar a vomitar o empeorar de un momento a otro su estado. Es importante que este tipo de situaciones no se repita, pues con el tiempo puede ser más difícil revertir el problema.
En otros casos, los síntomas llegan a la ansiedad o la defecación en los pantalones, una manera de llamar la atención del padre para que siga vigilante de las necesidades de su bebé. La solución muchas veces se piensa que es obligar al niño a quedarse por las buenas o por las malas. Mala idea, ya que es importante percibir cuando se trata de un mero capricho o un problema mayor. Mucho cuidado con eso.