Cuando la relación entre padres e hijos se ve debilitada, es más fácil que la influencia de los factores sociales externos intervenga y domine en el ser. Es por ello que la psicoafectividad es una materia de preocupación e interés para toda la familia.
A nadie le sorprende ver la creciente tendencia de adolescentes que deciden iniciarse tempranamente en la actividad sexual. Tampoco es una novedad la gran cantidad de embarazos prematuros y abortos. A ello se le suman los problemas de afecto y violencia doméstica que influyen en la personalidad.
Es por ello que la comunicación y el vínculo familiar permitan una mayor apertura hacia las habilidades sociales, creando un entorno de confianza y seguridad que haga posible un desarrollo de la persona. Esta experiencia permitirá que los hijos aprendan a tomar sus propias decisiones y no se dejen manipular por las sugerentes tentativas de los amigos.
Pero no es un trabajo fácil, por el contrario, es indispensable comprender que la psicoafectividad debe desarrollarse como una actividad diaria en el que se impregnen valores formativos como el compañerismo, la fraternidad y la amistad. De lo contrario, la persona crecerá intrínsecamente, corriendo el riesgo de ser sometido y dominado por una fuerza mayor.
Para disfrutar plenamente de la vida sexual es importante alcanzar la madurez y estar preparado para este momento. Independientemente de la edad, cuando la psicoafectividad no es promovida convertirnos esclavos de nuestras más grandes frustraciones.